1.9.07

París Brest París 2003

¿MI PRIMERA Y ÚNICA PARÍS-BREST-PARÍS?

Algunas reflexiones y desordenados recuerdos

Empezar por el final: he acabado la PBP con dolor de rodilla desde el Km 280, paliado con antiinflamtorios y pomada, a consecuencia de una tendinitis, asumida conscientemente, que tardará un tiempo en sanar. He escogido el daño físico al psicológico de la derrota. Según voy leyendo crónicas, como yo, muchos. Ni bien, ni mal, una opción.
Y ahora, aunque siempre había pensado que con hacer una muesca en la bici de una PBP era suficiente, no descarto el apuntarme a la siguiente. ¿Por qué? ¿Qué me atrae de la experiencia? Siento la atracción de rozar los límites, de la concentración e intensidad física a la que te obliga. Me he dejado seducir por el gran reto, el más difícil todavía. Guardaré en mi memoria la experiencia: de vivir las noches sobre ruedas, de desmontar el horario de hábitos y comidas de forma que las 24 horas del día son igualmente aprovechables. He tenido la total entrega del equipo (ciclistas y coche de apoyo). He disfrutado de tanta y variada compañía nueva en el pedaleo, otros con tu mismo grado de pasin por la bici. Además me ilusiona la idea de diseñar una estrategia para mejorar la siguiente: cambiar el horario de salida, dormir antes del Km 695, reforzar los puntos débiles (funda de gel para el sillín, cullottes de gel). En definitiva, dar un sentido a mis horas de bici de la temporada. tener un objetivo. Puede que por el medio surjan otros y cambie de idea.Cuando la víspera de la salida, en Guyancourt, me dijo Jose Luis, el vasco, que el recorrido de la marcha era bonito, lo había puesto en duda. Me lo decía en un día gris y tapado. Después de recorrer el trazado dos veces, le doy toda la razón. Sólo hay 80 Km por carretera nacional, el resto vias secundarias con apenas tráfico entre campos (recuerdo sobre todo maizales) y bosques. Daba la impresión de que la carretera fuera exclusivamente nuestra. El asfalto está limpio e impecable. Llegando a Brest ganan altura las montañas y, por lo tanto, la belleza del panorama. Al divisar el mar y la ciudad tras los enormes puentes sentí un escalofrio: a partir de ahora camino de vuelta. El tiempo colaboró en la buenas impresiones: llovió la víspera y el día después, pero ni una gota en las 83 horas de mi PBP. No apretó el calor. Así contentos los nórdicos y contentos los mediterráneos.. . Además del control de tiempo de llegada, hay 7 controles a la ida y otros 7 a la vuelta con límite de tiempo. Esto obliga a una planificación de las horas de descanso. Yo creo que me equivoqué en escoger la salida de 84 horas de las 5 de la mañana del martes y que hubiera tenido que salir el lunes a las 22:00. Hice los primeros 8 controles sin dormir nada: 696 Km, casi 38 horas. Lo que conseguí fue reducir la velocidad de la última parte y poder solo dormir dos horas la segunda y tercera noche. Aunque fue la tendinitis lo que me hizo ir arrastrándome en la segunda parte del recorrido, me parece que no hice una buena elección. Saliendo a las diez de la noche, pedaleas 24 horas o un poco más y ya estás preparada para descansar porque, además, es de noche. Haciéndolo a las 5 de la mañana, esa noche estás fresca y entrenada para pedalear y durante el día no te ataca el cansancio como para hacerte parar. Además, al ser los últimos en tomar la salida y ser la salida más reducida en número de ciclistas, no tienes tantos grupos para escoger engancharte.
Algo que nos entretuvo a todos los participantes fue la variedad de bicis y vehículos (hasta un patinete) con todo tipo de artilugios que llegamos a reunir (sistemas de luz con batería accionado con un interruptor de pera fijado al cuadro, portaequipajes de toda clase). Algunos iban de total paisano, ni culotte ni maillot, camisa de cuadros y pantalones de tergal. ¿Para qué disfrazarse tanto? Con la luz delantera que yo llevaba, estaba obligada a llevar pilas de repuesto porque una noche entera no aguantan. De hecho, no las llevaba la primera noche y me pararon unos hombres de la organización, me hiciero observar mi defecto y exigieron las pilas de repuesto obligatorias. Maquiné rápidamente varios apaños (acoplar una de las dos luces que llevaba Lázaro, ver si sus pilas me servían) pero no funcionó. Gracias a que sólo faltaban 10 Km para el control, se apiadaron y me permitieron seguir la marcha. Esta por ver si me han penalizado o no. Las penalizaciones las contabilizarán dentro de unos días. Si lo hacen y suman los semáforos rojos que me salté al final a plena luz del día, con público suficiente, porque me dolía muchísimo la rodilla al bajar y arrancar la bici, a lo mejor me sobrepaso la hora que me sobró y no me dan diploma.
Pese a no ir cómoda por la lesión, disfruté mucho de la hermosa última noche. Despejada y serena, sin rastro de aire, con la luna amarillenta envuelta en el imponente silencio. de nuestras bicis. Es increíble el poco ruido que hacemos al rodar. Un reguero de puntos luminosos en el horizonte, algunos en la cuneta: gente que se para a descansar, dormir o comer. Un intermitente acercarse y alejarse de voces en conversación. Si era inglés o alemán, bueno; en francés me costaba más curiosear la vida ajena. Si cogías algún grupito de tu ritmo, podías entablar conversación. El camino se hace mucho más ameno. Si además, de fondo suena una radio del altavoz de uno del pelotón, te sientes como en casa, aunque fuera la "chanson française". Las dos primeras noche fueron más frias aunque yo ya he aprendido a abrigarme y no me resentí gracias a mi traje de riguroso invierno, sí, riguroso: peucos, culotte de invierno, chaqueta de invierno y.chaleco de esquí de fondo encima, con un estupendo buff al cuello.
Para una marcha de esta distancia hace falta tener un buen estómago, capaz y efectivo. Yo no paré de comer. En todos los controles había la posibilidad de comer de un rico y variado Self-service muy adecuado a la ocasión. Yo evité las grasas y la carne, más difícil de digerir y me fue de maravilla. Enormes platos de pasta o arroz con verduras o ensalada empujados con pan. Saliamos llenos y cómodos, pero a la hora y media de pedaleo, yo ya empezaba a volver a comer de mis vituallas: galletas, plátanos y alguna que otra barrita. Es importante comer lo más normal posible y saber lo que te sienta bien. Los dos colegas de Calaf no perdonaban su botellita de buen tintorro en cada comida. (Hicieron, creo, menos de 80 horas, ojo al dato) Lázaro tuvo problemas de acidez en toda la segunda parte. Su estómago le rechazaba la bebida, que ya sabemos que es aún más importante que comer. En los inmensos comedores escolares en que nos instalaban, ibamos encontrándonos los conocidos. Con un poco de charla conseguiamos relajarnos un poco antes de emprender la marcha.
¿Autosuficiente o con coche de apoyo? Quizás la próxima me atraiga intentar hacerla sin ayuda, pero la autocaravana que se manejaron Antonio y Maria, era la alegría de mis ojos al llegar a cada control. Nos atendieron en todos, los de noche y los de día. Nos conducían a las mesas de firmas por largos pasillos entre montones de gente. Luego nos llevaban por la via más rápida a comer. Nos ayudaban a montar y desmontar los artilugios y vestimenta. Nos daban ánimos y seguridad: restábamos tiempo perdido y recuperábamos la moral. Por eso, pienso que esta brevet no es sólo mia, es el resultado del trabajo de un equipo de lujo: Me viene a la cabeza cuando antes del primer control, Km 141, eché mano del móvil y les encargué un par de sandwiches de jamón y queso con tomatito, para ahorrar tiempo de comedor y colas. Al llegar, allí nos estaban esperando tiernos y sabrosos. Visto y no visto. Ellos no sufrieron de tendinitis pero de sueño, cansancio, desordenada alimentación y dificultades para resolver el correcto funcionamiento de la caravana sí.
Antes de emprender la PBP me asustaba el cómo funcionaría mi cabeza, ya que todo el mundo me repetía que esto era una cuestión de cabeza, de moral. Durante las brevets había tenido mis altos y bajos. Me aterraba que en esta más larga fuera peor. Quizás, curiosamente por la la atención al dolor de la rodilla, mi cerebro segregó una adrenalina pura y maravillosa que me hizo no sentir sueño (sólo dormí 4 horas), ni crisis existencial en toda la marcha. De todos los ciclistas que vi, sólo recuerdo a uno que hacia el final parlamentaba con su bici en animada conversación. ¿Recursos del cerebro?

Merche López

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PBP. OTRO PUNTO DE VISTA

Había oído decir que la París-Brest-París engancha. Ahora lo entiendo porque para mi ha sido una experiencia inolvidable acudir como acompañante a esta prueba.
He visto cosas que me han dejado perpleja; y no me refiero únicamente a la gran variedad de vehículos y accesorios que ha comentado Merche, sinó a la gente:
Yo esperaba encontrar un selecto grupo de superatletas pilotando máquinas de última generación, pero resulta que estos sólo eran una parte pequeña de los participantes. Además de ellos había hombres y mujeres con una edad y un aspecto que invitaría a cederles el asiento en el autobús, otra gente que, de no estar allí, pensarías que han cogido la bici para ir a por el pan o también ciclistas muy parecidos a los que me suelo encontrar en las marchas cerca del coche escoba. Algunas bicicletas parecían heredadas del abuelo, unas estaban casi desnudas, otras cargaban pesadas alforjas. Pero una cosa tenían en común todos los presentes y era la determinación reflejada en el rostro.
En cuanto al público, una maravilla. Acompañé en bici a Merche y Lázaro desde el control de Fougères al de Villaines-la-Juhel y me emocioné viendo el continuo de personas ofreciendo agua, galletas, café... a los participantes, gritos de ánimo continuos desde los pueblos y desde los coches con que nos cruzábamos, incluso niños alargando el brazo para obsequiar con flores a los ciclistas. No pude evitar sentir cierta tristeza al pensar que todo aquello no era en mi honor.
También me ha resultado curioso ver todo el poblado nómada de los coches acompañantes que se movía de control a control. No todo el mundo iba con nuestras "comodidades" de la autocaravana, sino que había gente que se ha pasado 4 días durmiendo a ratos en el asiento del coche, para poder atender rapidamente a "sus ciclistas"; y no os penseis que todos eran familiares, en muchas casos eran compañeros y amigos.
Pero lo que más me ha sorprendido, es que después de todas las caras de dolor que he visto, de gente que sufría en cada pedalada por tendinitis, llagas, dedos dormidos, pérdida de visión, cansancio, sueño, frío de noche, calor de día, lucha contra el reloj, el sentimiento más fuerte que he tenido no era de compasión sino de envidia.
Y es que a la pregunta que he oído a veces de si vale la pena tanto sufrimiento, mi respuesta en este momento es que sí. Por eso os digo que esto engancha, ya estoy pensando si mi próxima PBP la haré tras el volante o sobre los pedales.

Maria Fuster Foz

2 comentaris:

Francisco Pérez Andrés ha dit...

Preciosa crónica, Merche y María. Veremos si para 2011 estoy en condiciones de hacer mi primera PBP...

Anònim ha dit...

de acuerdo con francisco, es una crónica muy buena.

esto si que engancha nada más leer.

quisiera contactar con alguna de vosotras que se interesó por una bicicleta reclinada en algún foro de ciclismo.

soy carlos, de 3ike.
mi email es carlos@3ike.es

un saludo.