14.3.08

Club ciclista

Ser o no ser de un club. O como la elección de un club o peña puede determinar nuestra manera de practicar el ciclismo.

Mi reencuentro de mayor con la bicicleta fue en vacaciones como vehículo para hacer turismo, con o sin alforjas. No tardé en darme cuenta de que las cuestas no se me harían tan penosas si entre año y año, me ejercitara un poco en el dominio del pedal. Como tengo cierta tendencia asociativa, al cabo de un tiempo de "práctica deportiva individual", me apunté al único club ciclista que conocía entonces. Y por fin un domingo por la mañana me presenté en el punto de reunión con mi flamante mallot nuevo de uniforme. En pocos minutos asimilé algunos conceptos que todavía no sabía como nombrar: a los 200 metros "iba con el gancho", a los 500 "hacía la goma", al cabo de 1 km me "descolgué" y, aunque continué por mi cuenta el recorrido previsto, ya no volví a ver al pelotón en todo el día. En realidad no los vi hasta varios meses después cuando me crucé fugazmente con ellos en una carretera. Habían conseguido quitarme de golpe las ganas de rodar en grupo.
Podía haber sido el final de mi incipiente carrera de globera, pero quiso el destino que al volver a casa después de una excursión ciclista solitaria, coincidiera en un semáforo con dos ciclistas del club de mi barrio. De semáforo en semáforo me fueron hablando de su club y cuando nos separamos ya me habían convencido de pasarme un día por la sede social para informarme. Así lo hice y un viernes por la tarde me presenté en el local con una amiga. Me explicaron que cada sábado había tres recorridos de diferente longitud y dificultad: A, B y C y al conocer mi historial me recomendaron probar suerte en el C. Siguiendo las instrucciones que nos dieron, nos presentamos a la mañana siguiente en la Plaza del Reloj y preguntamos por el capitán del grupo C. Enseguida descubrí que aquello no tenía nada que ver con mi anterior experiencia. Aquel grupo iba pendiente siempre de no perder a ninguna unidad, con todos los reagrupamientos que fueran necesarios; además tenía un buen número de veteranos, que me enseñaron a ir a rueda, a circular en grupo con seguridad y muchas más cosas que me hicieron mejorar lo suficiente como para verme con ánimos de empezar a salir con el grupo B la temporada siguiente. El B, que era el grupo más numeroso, no siempre circulaba agrupado, yo solía ir la última, pero siempre me esperaba alguien hasta el siguiente reagrupamiento. ¡Había encontrado un club a mi medida!
Me pregunto si los clubs son conscientes de la repercusión que pueden tener en fomentar la afición a la bicicleta. Quizás sea una responsabilidad muy grande para exigírsela. Porque ¿qué es un club ciclista? En principio sólo es un grupo de personas que se asocian para practicar su afición de manera más o menos organizada; si tienen interés en aumentar de número, sí que harían bien en ser acogedores con los aspirantes a nuevos socios, pero si no, no tienen ninguna obligación. Algunos van más allá y organizan marchas, carreras o promueven escuelas de ciclismo, pero bastante cuesta a veces encontrar voluntarios para la presidencia como para plantearse objetivos más ambiciosos. No hay que olvidar, que hablamos de una actividad de tiempo libre y es muy humano preferir dedicar el tiempo disponible a practicarla antes que a gestionarla.
Pero la integración de los nuevos no es sólo cuestión de tiempo, hay otros factores. En el caso de los dos clubs mencionados, existe una gran diferencia en el número de socios que tienen y en un club grande es más fácil hacer varios grupos que se adapten a los distintos niveles. Pero tampoco el tamaño es determinante y como ejemplo puedo poner el tercer club del que me he hecho socia, por cambio de domicilio. Se sale en un solo grupo no muy grande, con niveles bastante diferentes y nunca se queda nadie abandonado.
¿Cuál es entonces la diferencia importante para mí? Yo creo que en realidad son dos. La primera es tener el sentimiento de ser un club y no simplemente un grupo de amiguetes que pedalean juntos. La segunda es tener la suerte de contar con una persona que sea capaz de aglutinar al grupo y si hace falta, llamarlo al orden en esos momentos en que se desboca o que hay demasiadas iniciativas incompatibles.
Si encontráis un club así os aseguro que os será difícil dejarlo.

Pedalier nº 4
Septiembre 2005